vie. Abr 19th, 2024

Lo que tengo que decir sobre… 50 Sombras de Grey

Hace casi un año tuve la oportunidad de asistir a la premier exclusiva de Nymphomaniac (Lars von Trier) en Bogotá. Esa noche rifaron un dildo y… no lo gané.

Escrito por: Andrés Gulla-ván || fabian.gulla@gmail.com
Fotografía por: ‘Angélica Conde || angelicacondeg@gmail.com

Hace casi un año tuve la oportunidad de asistir a la premier exclusiva de Nymphomaniac (Lars von Trier) en Bogotá. Esa noche rifaron un dildo y… no lo gané. Diablos. En aquella ocasión escribí esta suerte de reseña/columna de opinión/verborrea. Ahora es el turno para el "evento” cinematográfico más esperado del año. Bueno, no tanto. Más bien la adaptación de un (mal) libro; cosa sencilla. Cosa bárbara.
Suficiente oleaje ha arremetido contra esta pieza. Sí.

Pero como no me gusta quedarme sin mi tajada de quejetas, decidí montarme en el bus y dar mi granito de arena a la extensa e inútil discusión.

Además, ocasión perfecta para sacar mi yo-kitsch que de vez en vez se asoma con algún placer culposo.
La cosa con esta película arranca así: a las feministas no les gusta; a los mojigatos no les gusta, a los pornógrafos tampoco; a los juiciosos practicantes y miembros del mundillo BDSM (bondage/dominación, disciplina/sumisión, sadismo/masoquismo) tampoco; a los intelectuales y literatos menos. Tampoco a los acérrimos y respetables defensores de los derechos. Ni siquiera le gustó a los respetadísimos reseñistas y críticos de cine. Es más, parece que muchos han creado blogs y escrito al respecto como “voz de protesta” frente al fenómeno.

Incluso hay algunos comentarios de fans (Grey-belivers) donde se manifiesta que no fue muy de su agrado la adaptación al cine.




Pero bueno, quisiera pensar que este texto no se enlista como una diatriba más en contra de este mounstrico literario

(en el sentido del psicoanálisis, es decir, como unión de partes disímiles, como la creatura del Dr. Frankenstein), sino más bien como una mirada un tanto de centro. Intentaré ir un poco más allá de decir “esto es un bodrio; porno para mamás; idiota el que lea esto”. Me moveré bajo la presunción de inocencia del acusado.
Pero antes, un contexto (el mío).

Creo que me ensañé con el tema del BDSM desde hace un par de años. Llegué a cierto relato de cierta chica que me ha movido a escribir unos 6 borradores de una novela que aún siento cruda.

Pero ello me ha llevado a rastrear algunos elementos alrededor del mundillo. Entonces, hace varias semanas, cuando la avalancha era inminente, decidí ponerme la camiseta (¿o el traje de vinilo y cuero?) y hurgar a ver qué encontraba. Desde la discreción de las redes sociales, firmé pacto y contrato con círculos cercanos al tema: desde amantes del bondage, de la dominación, hasta fans-moja-cucos que desde semanas vienen preparando el disfraz con que “el señor Grey las recibiría”. De nuevo, cosa bárbara.

Entonces me puse a leer a Sade “como a rata en balde”, sin descanso ni compasión. Le di tanto y tan duro como pude hasta que naturalicé la perversión.

Pero claro, el tiempo no da para leer todo lo que uno quisiese, ni es mi intensión presumir de lecturas que no he hecho ni hacer análisis comparativos sobre otras tantas obras eróticas. Ni las mencionaré. ¿Pa’ qué? Con los días fui preparando el blindaje. Un videíto por acá, un chat por allá, un librillo entre las piernas y uno que otro ungüento y pomada para disimular los moretones. Compré dos boletas para el estreno casi un mes antes de la fecha (sí, dos, porque no me avergüenza decir que obligué a mi novia a ir al estreno). Pero justo unos días antes, una gripa me tumbó en cama y me dio tan duro que perdí noción de los días. De no ser por mi amiwis, “Humana”

(amante de Las mil y una noches, Anais Nin, Henry Miller, Margarithe Duras, Georges Bataille y un etc. extenso),

me hubiese perdido de la cita con Mr. Grey.
Para mí, el hecho más escandaloso, perverso y depravado que gira en esta órbita se relaciona con la directora de la película (Sam Taylor-Johnson), quien se enrolló con un jovenzuelo 23 años menor que ella. Y eso ni siquiera resulta aterrador dados los códigos de los tabloides farsa-duleros internacionales. Es decir, desde mi postura falocéntrica-machista-patriarcal, no es escandaloso ni censurable que las prácticas sexuales se tornen “rudas”. Es más, lo alabo y aplaudo. (Oshe k riko). Si una mujer se siente a gusto con que le den azotes y rompan algunos vasos sanguíneos

—desde lo sano, seguro y consensuado (salto y seña de los amantes del BDSM real) —,

pues que lo haga. Este mundo ya está bastante degenerado como para interceder en lo único en lo que medianamente todavía tenemos control e intimidad. Bastante grandesitos y con los pechos henchidos nos encontramos como para seguir jugando a dar discursos sobre lo mismo. Que cada quien haga lo que le dé la gana mientras en el mundo real las masacres por el petróleo o los diamantes generan pocos tweets. Desde hace siglos la flagelación del otro se reconoce, en algunos casos célebres, como viaducto del placer carnal.
Por otro lado, lo que he logrado percibir en mis pesquisas (tal vez todavía insuficientes) es que el BDSM no es más que puesta en escena para

sobre-estimular los sentidos en una relación sexual previa al coito.


Cosa sencilla. Sin misterio. El cuero, las fustas y las cuerdas son herramientas, caminos para llegar a un objetivo concreto, el cual, a fin de cuentas es el placer mismo. Lo que sí me parece interesante de estas prácticas es el grado de excitación que se puede lograr mediante el control del ser y del cuerpo (propio o ajeno). No hace mucho, hablando del tema con un amigo que se dedica a las artes contemplativas de la filosofía, llegamos a la conclusión que en este tipo de relaciones dominante/sumiso,

es el sumiso quien a la larga tiene el control total de la situación en cuanto que es este personaje quien permite la realización de los actos así como el tiempo de su ejecución.

Ser sumiso sería entonces la mejor posición.
Digamos que en medio del delirio que tengo por la demoledora gripa que me tumbó hace un par de “sombras”, he percibido dos pequeños halos de intertextualidad que Taylor-Johnson rescató en la película (y lo cual me hace pensar que tal vez en el remedo de crepúsculo se encuentren más). La primera: luego de pasar la primera noche juntos pero sin sexo, sobre la mesa de noche Ana encuentra unas pastillas y un vaso con lo que parece ser jugo de naranja, delante de ambos unos pequeños letreros con las palabras “eat me” y “drink me” (cómeme y bébeme respectivamente); quisiera creer que acá la creatividad de E.L. James logró una acertada sinapsis para relacionar su escena con otra, muy famosa, de

Alicia en el país de las maravillas (la película de Disney de 1951, no la secuela maricona del 2009).

El otro punto de intertextualdiad se da cuando el galante Mr. Grey revela a su amada cómo entró al mundillo de la rudeza: aunque se dice que fue por causa de una amiga de la madre de este, no revela su identidad y Ana pone, azarosamente, el apelativo de Mrs. Robinson. Música para mis oídos.


Por supuesto, puede que me haya equivocado y que esto no importe a nadie, y que solo sea un falso y fatal razonamiento por querer defender este intento de literatura erótica. A lo mejor (eso espero) esté cayendo en el error.
Resulta interesante y previsible que la audiencia durante el estreno, en su mayoría (inmensa) fueran mujeres de más de 30 años. Y en la mayoría de estos casos, las flamantes féminas no se separaron de sus teléfonos celulares durante la función salvo cuando las candentes escenas empezaban a dar chispasos

¿Estarían acaso twitteando que eran parte de la gran Historia reciente al asistir al estreno, algo así como la primavera árabe pero bautizado como “la humedad de la mediana edad”?

¿Eso que nos dice? A mí nada. Pero debo añadir que ad portas de estas escenas, el auditorio coreó una risilla nerviosa. Como de “ay qué pena”, o como si cierto tufillo a frustración fuese expelido. Me pregunto qué conjetura sacaría Freud al respecto. Por supuesto, no se puede ignorar la histeria colectiva (de nuevo, histeria desde el psicoanálisis) que se ha generado en torno. Por no solo son las mamás las que se abalanzan sobre esto. “He visto a las_____ mentes de mi generación destruidas por la locura”; niñas y púberes muertas de las ganas por estirar sus alas y piernas en pos de la liberación sexual. ¿Acaso estas fans realmente han logrado resetear el chip de sus sexualidades?


En cuanto pieza “cinematográfica”, fue bastante aburrida. El relato fue muy simple, lineal y sin mayores conflictos que un jugueteo insulso con pobres intenciones de convertirse en una TSNR (tensión sexual no resuelta) mientras un consagradísimo contrato terminó siendo más ultrajado que las nalgas de Dakota Johnson.

Personajes cuyos caracteres eran similares a una hoja en blanco y unas interpretaciones que, durante las escenas sexuales, no despertaron la menor credibilidad.

Con razón tuvieron que volver a grabar escenas cuando el metraje ya estaba en posproducción, a pocos meses del estreno. Porque es que el chisme, chisme, es que entre los actores la cosa no fluyó (o se levantó) y entre la supuesta pareja ficcional del año no podían ni soportarse como humanos. Pobres, víctimas del gran leviatán del entretenimiento.
Luego de 2 horas (o más) la película terminó. Alivio —para el— sacro. Junto a mi compañera y amante nos paramos rápidamente, no por querer huir, sino por labores etnográficas. Noté que los primeros en salir eran los hombres, quienes eran acompañantes de magníficas mujeres empoderadas en su decisión de ver la función (aunque en su cara se dibujaba cierta decepción). Le dije entonces a Lorena:
—Supongo que ellos han ganado puntos con sus novias por haber soportado esto.
—¿A sí? Entonces yo ya me gané los míos por obligarme a venir a ver esta porquería—respondió sin bacilar. Tenía razón, fui yo quien terminó invadido por esa extraña neurosis mediática. ¡Hágame el favor! A fin de cuentas, “compromiso periodístico”.
Ni bueno ni malo. Simplemente es. Si el libro (y la reciente película) ha pegado tanto es porque en su mayoría las personas se han sentido identificadas. Amiguitos y amiguitxs (por tratar de ser incluyente en el lenguaje),

no todos han tenido la oportunidad de contar con excelentísima educación ni preparación para pararse en la posición de “lectores profesionales”

con elaborados discursos y opiniones formuladas sustentadas desde teorías post-estructuralistas o desde la visión de la sociología de la literatura, o con referencias a Bajtin, Todorov, Dubais, Lotmann, Jackobson, Murarovski y demás (como se supone que nosotros, los “literatos”, debemos ser). El 90% de la gente o no lee, o no sabe leer, o peor, no le interesa leer. Con un espectro así, ¿para qué escandalizarse por el nivel de lectura de nuestros contemporáneos? Los fenómenos literarios de la última década, en particular pero no únicamente, parecen obedecer más a caprichos extra-literarios y extra-estéticos que juegan a complacer los intereses de las instituciones que figuran como agentes sociales y culturales alrededor de la industria editorial. Nada más con ver los títulos de las nuevas sagas y cositas que tantas (sí, en femenino) booktubers envalentonadas publican en sus canales, ya se puede dibujar el desastre.


Por supuesto, siempre habrá mejores cosas para invertir el tiempo.

Incluso algo tan serio como el sexo puede desarrollarse al estilo de Rabelais, es decir, con humor. Y los “papás de los pollitos” en este tipo de prácticas son y seguirán siendo los señores, amos y dominantes Leopold von Sacher-Masoch y Donatien Alphonse François de Sade.
Por ahora, nada más para agregar. Cuando pase el fin de semana veremos las cifras, las ventas de entradas, y de a poco nos convencerán que fue el “megaéxito” que se viste de seda (y cuero) pero fracasa se queda. Sigamos con el discurso interminable y que otros sumen sus voces indignadas a este valle de lágrimas secas.

Bonus Track

Un breve listado de “verdadera” literatura erótica:

*Marqués de Sade - Justine o los infortunios de la virtud:
http://seronoser.free.fr/sade/1788%20Justine.pdf

*Marqués de Sade - Juliette, o las prosperidades del vicio (mi favorito <3 ):
http://seronoser.free.fr/sade/1800%20Juliette%201.pdf

*Marqués de Sade - Los 120 días de Sodoma:
http://losdependientes.com.ar/uploads/yn389gro4b.pdf

*Guillame de Apollinaire - Las once mil vergas:
https://docs.google.com/file/d/0B7aE9WvXakPGT194MzFxUkxhX0E/edit?pli=1

*Georges Bataille - Historia del ojo:
https://salsichaotainha.files.wordpress.com/2011/05/bataille-georges-historia-del-ojo.pdf

*Vladimir Nabokov - Lolita:
http://hermanotemblon.com/biblioteca/Literatura%20en%20General%20/Nabokov,%20Vladimir-Lolita.pdf

*Anne Rice - Trilogía de la Bella Durmiente:

-El rapto de la Bella Durmiente:
http://inabima.gob.do/descargas/bibliotecaFAIL/Autores%20Extranjeros/R/Rice,%20Anne%20(1941-)/Rice,%20Anne%20-%20(Bella%20durmiente%2001)%20-%20El%20rapto%20de%20la%20bella%20durmiente.pdf

-El castigo de la Bella Durmiente:
https://docs.google.com/file/d/0B7MB5zZKaSCCZ0JENWVCd282b2s/edit?pli=1

-La liberación de la Bella Durmiente:
http://inabima.gob.do/descargas/bibliotecaFAIL/Autores%20Extranjeros/R/Rice,%20Anne%20(1941-)/Rice,%20Anne%20%5Bseud.%20A.N.%20Roquelaure%5D%20-%20La%20liberacion%20de%20la%20Bella%20Durmiente.pdf

*Mario Vargas Llosa - Elogio de la madrastra:
http://www.vivacuba.ru/books/vargas_llosa,_mario-elogio_de_la_madrastra.pdf

*Y muchos, muchos más.

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