mar. Mar 19th, 2024

Talking Timbuctú – Una ciudad cantada

Ilustrado por: Raquel Moreno | araquelamoreno@gmail.com

Escrito por Camilo Moreno | camil69@hotmail.es

Quería traerle un pedazo de la canción que abre el disco, un fragmento de la letra para que la tarareara y que, cuando lo escuchara, tuviera la oportunidad de encontrarse con una sospecha milenaria. Sin embargo, Internet todavía está muy lejos de ser la biblioteca de Borges, pues las letras de las canciones del álbum que reseñaré a continuación, no existen en los servidores del mundo ultracomunicado al que hoy pertenecemos.

Esto es un hecho reconfortante, es la esperanza de un pirata: Todavía hay tesoros.

Por lo pronto le dejo la canción con la que quiero que comience esta reseña (Lea con la música por favor):


Miré, no es fácil transmitir la emoción que produce este disco, en especial por las circunstancias antes mencionadas, las cuales me hacen pensar en la improbabilidad de su descubrimiento. Con seguridad iba a morir sin escucharlo, de allí que su existencia sea una brisa de milagro que es la prueba de que la vida es una ventisca que lleva y trae lo mejor y lo peor.

Lo encontré gracias a una amiga que ahora es mucho más que eso. Ella me lo presentó una tarde, por medio de un link en una conversación de Facebook. No le puse atención, pasó desapercibido, al mismo tiempo la charla se hacía muy amena. Hablábamos muy bien sobre las muchas cosas que ella hacía, las que quería hacer y las que no había hecho. En un momento algo me hizo falta, el disco había concluido. Lo puse de nuevo, continué nuestra charla que cada vez era más cercana, más íntima. Falto algo de nuevo, el disco se había acabado otra vez. Seguí hablando con ella, la música de Ali Farka Touré continuaba en mi Spotify y ahora hacía parte de mi playlist. Cuando ella se fue a dormir tuve un sentimiento raro, no quería dejar de escuchar estos tambores, el citar no dejaba de resonar con algo dentro de mí, ni mucho menos la voz del africano y sus coros. Mientras cambiaba palabras con ella, la música se colaba suavemente en mi alma, como las pinceladas del humo de incienso que lentamente se adueñan de un cuarto.

De hecho, voy a prender una barra de incienso, usted debería hacer lo mismo. Debería relajarse.


No quiero sugerirle que es un álbum con música para pasar el mal sabor que deja una ciudad violenta como Bogotá. Tampoco es música para hippies. Solo quiero que se fije un momento en la atmosfera que se va construyendo a su alrededor mientras lee esto y siente el olor del incienso, claro, escuchando alguna de las pistas del Talking Timbuctú. Es la felicidad sencilla, el sonido sereno de la vida sin más. Claro, como seguramente se puede dar cuenta, hay momentos de fiesta que afloran en canciones como Sega, pero luego este aire se desvanece en una canción que con facilidad es una apropiada expresión de la vida cotidiana, Amandrai. El ir y venir que se conduce en el sonido de una guitarra que lentamente nos arrulla, como el humo que lentamente se escapa de ese incienso que tiene al frente. De un lado para otro, subiendo, suave, sin afanes y con mucha seguridad. Es la propiedad del ser, como diría Heidegger, aquel que hace siglos se olvidó en la abstracción de las palabras.

Además, cabe anotar como dato curioso que cada una de sus canciones está hablada en un idioma distinto. Este hecho puede ser perfectamente una metáfora, diez mundos en un mismo lugar, en un mismo espacio. Sin embargo, el mismo mundo. En ese caso, la música nos revela otra arista de su omnipotencia. Puede llegar a condensar un universo en una canción. Por ello, volviendo al inicio, como la letra no está en ningún servidor de los millones que componen la telaraña informática que llamamos internet, se puede decir que este disco contiene un gran tesoro. Es algo tan ajeno a nosotros que cada palabra que escuchamos es prueba de algo de verdad inefable, pues nos conmueve al mismo tiempo que nos cuestiona.

Y termina como un recuerdo, como la sensación de algo que ya no puede ocultarse y que se tambalea en frente a nosotros. Alguna vez leí en una entrevista que le hicieron a Ry Cooder algo que despertó en mí este sentimiento. “I get the feeling that all through the years – thousands, eons worth of years – what they must have known or had going was a sense that the music is all there, and all you have to do is just become a conduit for it.”[1] [1] http://jasobrecht.com/ry-cooder-ali-farka-toure-interview/

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