Museo de Cuadros de Costumbres – Vida cotidiana en Bogotá
Editorial Filomena se centró en rescatar la realidad bogotana de hace más de cien años, […] atemporal y mojada, en otras palabras, cachaca.
Editorial Filomena se centró en rescatar la realidad bogotana de hace más de cien años, […] atemporal y mojada, en otras palabras, cachaca.
Toc, toc. Todo se quedó en silencio. Apenas se escuchaban los murmullos de una sola voz.
Sonó la puerta sin abrirse y un grito que nadie gritó lo despertó. Abrió los ojos de golpe y
miró a la mucama pálida. No entendía.
Tengo una fascinación por la luz y la sombra en la rotación de Nave Espacial Tierra.
Me gusta creer que nosotros, los tripulantes, secretamente adoramos una parte específica
del día. Así, jugamos a formar bandos y buscar a nuestros semejantes.
Conducimos lentamente hacia esta caverna, solo vemos las sombras de lo que realmente éramos, solo vemos cómo se mueven rojas las luces en la avenida, atravesando las calles sin prestarnos atención. Ya nadie nos ve, ya no
estamos frente al escenario.
Un tatuaje de corona de espinas rodea su
brazo izquierdo. Su compañero de patrulla susurra “tengo miedo” y entonces Chris
finalmente lo ve, enmarcado en la mirilla del rifle, aquel hombre de ojos oscuros que de
repente cae desplomado mirando al cielo
Vivimos en el claro-oscuro
que se convierte en las
cenizas del destierro,
Fuimos arboles llenos de
cavernas donde habito la
memoria
que se siembra
en el eco de las miradas.
«Se dice que muchos leen el Tao Te Ching y solo algunos lo entienden. Seguramente no hago parte
de los afortunados y no me importa. No quiero. Quizá porque añoro que este libro sea siempre un
misterio, que me sirva de puerta a toda maravilla. Ahora es su turno, asómbrese.»
A la derecha se encuentra el reloj de arena que encierra el tiempo; Blanco de cuerpo, con la mirada hacia el suelo, siempre vigilante, un señor muy viejo con unas alas enormes (como el de García Márquez) custodia la entrada del cementerio, empuñando en su mano izquierda la oscura hoz de la muerte. Esta es la imagen que ve quien decide entrar al camposanto en donde vida se confunde con la muerte, en donde los rituales profanos son a la vez sagrados.
Es indiscutible que Bogotá es una ciudad llena de contrastes, en su nombre nos encontramos con el mundo Muisca perdido y con los testimonios de la conquista española. El territorio que alguna vez se llamo Bacatá ahora se encuentra recubierto de asfalto, como un pasado colectivo que parece irrecuperable. El centro de la cuidad es el contraste hecho caos: es memoria y olvido, es luz y oscuridad.
La noche bogotana enmarca un sin fin de espectáculos dignos del mejor observador, sin embargo, el caminante urbano se encuentra cegado, en medio de la ciudad solo puede recordar un estribillo que dice: «Hay tanta luz aquí, Que ya no puedo ver».