sáb. Abr 20th, 2024

Rebelión capilar

Él no hacía otra cosa que bambolearse, junto a sus hermanos y hermanas, al ritmo que viniera en la vida de Jairo […] Él estaba cansado de eso, de ser pero no ser. De estar pero no contar. Quería zafarse de ese miserable destino y que la suerte tomara partido, que no le ignorara.

Cuento escrito // Andrés Gulla-Ván //http://cogito-ergo-existo.blogspot.com/

Adaptación e ilustración comic // Bimtav Illustration // http://bimtav.deviantart.com/

Su vida había empezado en la muerte. Despojos orgánicos amasados por millares durante años, y todos semejantes, tan iguales, hermanos sólidos nacidos de queratina. Y entre ese abultamiento, Él despertó. Él es un cabello, un pelo, un hilo en la cabeza cuyo destino es nacer, crecer, crecer y crecer más para luego ser cortado y recortado, arrancado con un cepillo o caer de manera natural. Él no tiene nombre ni identidad, porque con tanto pelo es descabellado nombrar a cada uno de los 150.000 residentes en la cabeza de Jairo, el único con nombre en la historia.

Él no hacía otra cosa que bambolearse, junto a sus hermanos y hermanas, al ritmo que viniera en la vida de Jairo. Porque todo lo que Él podía hacer y aspirar estaba atado a la magna voluntad del hombre al que se encontraba enterrado. Siempre lo mismo: agua; shampoo; un trapo húmedo; a veces gel, a veces un gorro, a veces nada; sol, mugre, viento; manos grasosas, manos sucias, manos limpias; más agua, pero no tanta; sudor; otro trapo; un gorro de lana para el frío, a veces uno de látex para el cloro; aire caliente en exceso, viento frío a las malas; y para terminar, aplastado contra una almohada esperando al amanecer. Nadie chistaba, ninguno dentro de los miles se negaba a la monotonía diaria.

Él estaba cansado de eso, de ser pero no ser.  De estar pero no contar. Quería zafarse de ese miserable destino y que la suerte tomara partido, que no le ignorara. Deseaba dejar la angustia de no ser una de los 30.000 almas capilares que cada mes abandonaban el cuerpo de Jairo. En el fondo lo deseaba, irse, dejar todo así y arrojarse al olvido profundo de la única persona que podría reconocer su existencia. Entonces supo lo que quería.

Para no ser olvidado debía vivir. Desprenderse de ese cúmulo de células muertas que tapan el cuero de Jairo, era la prioridad. ¿Pero cómo destacar entre miles que son exactamente iguales? El complejo de cebra lo invadió a ÉL. Decidió pegar el resto de un hermano que voló cerca de su larguirucho cuerpo y se unió a la pandilla de la horquilla. Y sí, valiente gracia pasar de un aglutinamiento a otro, pero al menos era un grupo con menor población.

Sin embargo, Él no soportó por mucho el problema de bipolaridad de sus compañeros y se abrió. Fue friz pero mientras más se paraba, más peligro tenía de ser arrancado. No fue posible estar reseco dadas las buenas condiciones y acicalamiento que tenía Jairo. Desesperanzado, Él hizo lo único que podía. La última idea en su último intento antes de echarse al olvido, se volvió cano.

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