vie. Abr 19th, 2024

Poética del aspirante a escritor feliz

Por: Andrés Gulla-Van

Por: P.C.*

No hace mucho, quizá unas semanas atrás, un muchacho me ha entrevistado. Decía que quería escribir un artículo para el periódico de su colegio. Con gusto, de que alguien me prestara atención, accedí al encuentro con el gurrumino.

El chico centró la mayoría de su energía en saber cómo había sido mi vida y mis relaciones personales. Quiso saber sobre mis novias y mis hijos. Nada interesante. Intenté que me preguntase sobre MI obra. No funcionó. Saqué mis libros en cada una de sus ediciones; en pasta dura o rustico, de bolsillo, de lujo, comentadas y las traducciones. No le interesó en lo absoluto al pícaro.

La única pregunta relacionada con MI literatura que ese pelagato refirió fue ¿señor escritor P.C., usted cómo escribe, cómo se le ocurre lo que escribe?, ¿es usted como el escritor que se siente miserable? Para mi sorpresa, quedé mudo, mejor dicho, iracundo. Más que eso: inmóvil. ¿¡Cómo se atrevía ese neonato, ese ignorante de la literatura, compararme con semejante bestia como lo es ese tal escritor que se siente miserable!? No sé cómo se fue el niñito de mi casa, pero apenas hasta hoy cuando desperté sentado en el mismo sillón, con una barba prominente, un poco más flaco y apestando a sudor y caquita.

Así que la presente es la respuesta a esa pregunta que quedó huérfana de aquel niño cuyo nombre ni pregunté. Dejo: poética del aspirante a escritor feliz.

Obviamente en los oficios, y menos en los creativos, puede haber un abecé. Sin embargo, esta receta resulta mágica a la hora de escribir, y si a mí, exitoso best seller, me funciona, seguramente a usted amigo, qué digo amigo, ¡colega escritor!, también le funcionará sin fallas:

  1. Escribe cada vez que la musa te visite. Pero ojo, esta es esquiva. Debes ser receptivo a su llegada. Por eso, deja de hacer lo que estés haciendo querido amigo. No te distraigas con películas, ni leyendo a autores que no te estén ayudando con el aprendizaje del oficio (como yo), ni recorriendo las calles de tu barrio, ni hablando con las personas a tu alrededor, ni perdiendo el tiempo con alguna pareja fugaz. Concéntrate en tu oficio.
  2. La página en blanco es un enemigo terrible. Pero no le temas, tanto. Una vez hayas sido tocado por el delicado beso de la musa, escribe sobre lo primero que se te venga a la cabeza. No te detengas a pensar en nada. Son patrañas eso que dicen que hay que pensar el argumento. Eso dejémoslo a esos escritorcillos de películas pornográficas.
  3. Cuando escribas, mantén el silencio absoluto. Los distractores no te van a servir de nada. Ni la música con sus teorías banales sobre el ritmo podrían ayudarte a poner puntos y comas.
  4. No pares de escribir. Incluso si te bloqueas, escribe que estás bloqueado. En teoría, si sigues escribiendo, pues no estás bloqueado. Es importante que no te frustres querido amigo. Recuerda, eres un escritor feliz. Las cosas malas que pasan en la vida no deben desviar tu atención.
  5. Si llevas cinco párrafos escribiendo que estás bloqueado es probable que la historia que empezaste no sea la mejor. En ese caso, cambia de historia. Pero asegúrate de poner algún conector para que el lector no se fije de esta pequeña trampilla del negocio. Un “mientras tanto” funciona muy bien.
  6. Cuando termines de escribir, manda directamente el manuscrito al editor, o a la persona que está encargada de publicar tu obra. Aprovecha que el pan está caliente. No revises nada de lo que escribas, porque si no se te irá el entusiasmo, y recuerda amigo escritor, tú eres un escritor feliz.
  7. No pongas tu sangre en tus páginas. A nadie le interesa saber que tu novia te ha dejado. Esos no son temas literarios verdaderos. Mejor escribe sobre el descubrimiento de una piedrecilla maravillosa que da el poder a los hombres (ojo, no mujeres) de ser mejores personas.
  8. Del punto anterior desprendo este. Debes cuidar tu imagen. Que no te vean nunca como un alcohólico, eso destruirá tu carrera. Procura siempre ir bien vestido, con alguna prenda que te destaque del resto. Por ejemplo, yo uso una chaqueta roja.
  9. No compliques al lector con detalles innecesarios. Si tu personaje se llama Alicia, es suficiente. No digas que es una niñita rubia con un bonito traje azul, medias blancas y zapatos de charol. Eso a nadie interesa.
  10. No sigas los nefastos consejos de escritores de pacotilla que se envalentonan demasiado. Por lo general son unos fracasados. Sobre todo, no hagas caso al escritor que se siente miserable.

Y bueno, ya está. Una poética o un decálogo constan de diez puntos. Estos son mis diez, espero que os hayan gustado estos consejillos.

 *P.C. es un autor ficcional. Parodia de Paulo Cohelo.

A %d blogueros les gusta esto: