mar. Mar 19th, 2024

Color: luz y significación. Un perfil de Paola Rojas H.

Escrito por: Andrés Gulla-Ván || fabian.gulla@gmail.com
Fotografía por: Angélica Conde || angelicacondeg@gmail.com

Como la mayoría, me encontré con la obra de Paola Rojas H.  a través de las redes sociales y de conocidos que compartían sus fotografías. Primero sentí sobresalto, pues apreciaba el minimalismo de recursos llevado al extremo de la optimización en cuanto producción. Sus fotos son simples, no tienen muchos adornos, pero a la vez, y gracias a su ojo, son increíblemente complejas y llenas de significados. Sencillo: la limitación inspira. No tener a la mano todo lo que quisiera, peor sí lo que necesita, ha sido el hilo que la lleva por laberintos de la creatividad. Se las arregla con lo que tiene en casa: telas, espejos, tijeras; y al final encuentra aquello que le resulta indispensable en cada proyecto: color. 

Nos citamos una tarde en medio del pasto. Ella tenía puesto un vestido color rojo con cuadros dibujados en negro y en blanco; encima portaba un saco color gris y un cuelo tejido en lana. Recuerdo su cabello lacio que le llegaba hasta los hombros. Su mirada directa, sería; su voz que pintaba matices de ser alguien firme y estricta. Hablamos por un poco más de una hora, hasta que el sol se llevó consigo la luz y el calor. 

Le gusta mirar paletas de color, dejarse encontrar en las profundidades de los azules. Tiene la necesidad de crear, de decir algo a través de la imagen, la luz y el color, es entonces que la experimentación cobra una fuerza que le viene desde lo más íntimo. Luego su cuerpo y su desnudez se vuelven pinturas que ayudan a registrar eso que ella quiera explorar en cada proyecto fotográfico. Porque ella piensa a largo plazo, al son de los proyectos y series y no en unidades.

Ella es más que una fotógrafa; es una máquina creativa. Siempre con su cuaderno a la mano dibuja bocetos, anota ideas; toca nuevas texturas; vi formas. Todo lo hace en busca de la materialidad ideal para sus proyectos. Ve en cada pedazo de tela una oportunidad. Ella es introspectiva. Le encanta observar: ir en los buses y mirar a través de las ventanas, sin siquiera tomar una fotos, es parte de sus rituales vitales diarios.

Su caja de herramientas es básica: una Cannon T3. Eso y nada más, el resto es lo que encuentre en casa o lo que esté más a la mano. Porque, como parte del inventario personal, ella incluye la frase “creo que con poco se puede hacer mucho”. Con más atención en los elementos técnicos de producción que utiliza nos damos cuenta que su gran acierto no es la transgresión en el mensaje ni los significados, sino en su ojo: en la capacidad de voltear. Porque su carrera profesional actual es la publicidad (antes estudiaba ciencias sociales en la Universidad Distrital), no la fotografía, y aunque se relacionan, a nivel formativo Paola Rojas H. solo ha cursado una materia de fotografía básica en la universidad que tomó cuando ya llevaba un año y medio experimentando en cada disparo.

Ella empezó su inmersión en la fotografía como escape de su cotidianidad, de su carrera. Primero estudio por internet y a realizó pastiches de lo que veía en Flicker. A partir de la imitación se fue abriendo paso a la experimentación hasta lograr los resultados que buscaba a nivel técnico.

Desde que nació hasta los 13 años, según nos contó, en su casa familiar hubo gran cantidad de álbumes en donde dominaban fotos de su infancia tomadas por sus papás. Así es como empezó su relación con la imagen autoreferencial; la fotografía impresa con su otro yo. También, desde pequeña, le gustaba dibujar, tal vez de ahí venga la conciencia y uso que da al color. Sin embargo, en aquella infancia y juventud temprana aún más que la imagen, la narración y la construcción de historias eran centro de su atención. Según ella, en el hecho narrativo fue que empezó a interesarse por la fotografía, dada la versatilidad imaginativa que configuraba esas imágenes no ilustradas de libros con texto corrido. Y caso contrario ha sido bastante común; escritores que no niegan su fascinación por la fotografía como García Márquez o Cortázar. Cuenta que cuando era pequeña era una lectora voraz que, con el carné de la biblioteca que tuvo desde los 6 años, devoró un libro semanal hasta cumplir 10 años de edad. Robert Dahl es uno de sus autores de cabecera.

A pesar de su cercanía a las humanidades y la lectura, fue en el momento de confrontación con la adultez, y la obligación de estudiar una carrera profesional en una universidad pública, que se montó y bajó del bus de las ciencias sociales antes de descubrir la imagen y alinearse al carril de la fotografía a través de la interdisciplinariedad de la publicidad. Ella se da la oportunidad de migrar a otros campos, a otras disciplinas y oficios, para darse un respiro tanto espiritual como intelectual. En este punto resalta el hecho de que ella no solo es una fotógrafa, es una artista. Paola Rojas H. ha procurado la exploración y perfeccionamiento de técnicas y disciplinas variadas que luego conjuga logrando increíbles resultados como los que adornan sus páginas en las redes sociales.

Para ella la luz, en un principio, era simplemente lo que le permitía tomar fotos. No es un elemento a la que preste especial atención. La luz, natural o artificial, es la base que permite desarrollar lo que a ella realmente interesa: el resultado de su ojo. Cada necesidad conceptual tiene sus requerimientos pertinentes de luz.

La naturaleza le llama la atención por cuestiones de forma-color. De plasticidad, de intriga visual. “Con lo que tengo hago”. El espejo le ayuda a tener una mayor comprensión de la espacialidad. La foto va más allá de la técnica y de la persona que sirve como modelo. En este camino se ha topado con varias personas que, sin quererlo en principio, se han convertido de compañeros de proyecto a buenos amigos que nutren sus proyectos.

La foto del corazón en la mano, titulada Intensidad en la mano, es un dialogo con un poeta argentino (Enzo Campos Córdoba) con quien encontró varias similitudes e inquietudes vitales; una fijación por el trabajo mutuo. Una exploración creativa total. Donde lo nostálgico y otros elementos en común se amalgaman.

“La historia me gusta, pero más que eso, me gusta el discurso artístico, donde se revela el tema de algo específico. Lo que se cuenta pero no es un texto tan literario, sino el texto que explica la foto. Mi reto ahora, ya que en los últimos meses me alejé de la foto por el trabajo y no sabía que quería hacer”.

Su proceso creativo es mucho más contundente y organizado. El hecho de presentar sus fotografías como proyectos es tal vez consecuencia de los saberes que la publicidad le ha aportado. Cada proyecto es bastante específico. Las ideas pocas veces le salen a un día; realiza un proceso de decantación y condensación; analiza las diferentes variables hasta lograr su deseo. Ella está presente y controla todo el proceso creativo/productivo, así como también está convencida de que si no se dedica con una rigurosidad disciplinada, los resultados no será siquiera aceptables. Como una verdadera artista y artesana, Paola es consciente, aunque no lo verbalice, de que la obra depende de las horas de trabajo dedicadas a mejorar la técnica. Para Paola el conectarse con su trabajo es fundamental. Si ella no siente empatía con el proyecto que esté realizando, es poco probable que este termine su proceso de gestación. Este rasgo la convierte en una persona dedicada y sensata. Sabe que su oficio todavía requiere perfeccionamiento. Sabe que una obra nunca está acabada y que por lo general los creadores sufren con cada detalle descuidado que no les complazca. Porque, a fin de cuenta, ella es el primer y único ojo que entiende cada una de las imágenes que produce a plenitud.

Su experiencia de exposición en Korea en 2014 le ayudó a abrir puertas y ojos respecto a la difusión y gestión cultural que antes no hubiese imaginado. Pero precisamente fue con esta experiencia en el extranjero que entendió que los procesos de gestión en Colombia son precarios. Una crítica que Paola Rojas H. hace al medio artístico/fotográfico colombiano, es la repetición. Ese ánimo recalcitrante por hacer lo mismo de lo mismo es lo que la ha llevado a alejarse durante ciertos periodos de la escena pública. A ella le gusta reinventarse, reencontrarse constantemente y realizar proyectos novedosos. También critica el manejo de las convocatorias y espacios abiertos para artistas; considera que “la rosca (de al que sufrimos tantos y en tantas esferas) es tenaz”. Y no solo por las elites endogámicas, sino por la falta de oportunidad para artistas jóvenes y sobre todo al trato que estos reciben en cuanto al limitado estímulo que pueden recibir los congraciados escogidos. Ella insiste mucho en la necesidad de que las galerías, museos y demás espacios no sean únicamente un lugar donde mostrar una pieza, sino que se conviertan en recintos de retroalimentación y capacitación (pone como ejemplo “1000 maneras de no morir”). Que no sea mostrar por mostrar, sino que también sea un espacio de aprendizaje. Hace falta esfuerzos de la academia por consolidar, de mejor manera, el ambiente de taller y la retroalimentación.

Paola Rojas H a través de su fotografía ha explorado lo femenino y, más que eso, su cuerpo. Todas las fotografías de desnudo femenino son de ella. Hasta cierto momento, Paola tuvo problemas con aceptar su cuerpo; ella cuenta que con el afán de encontrarse satisfecha, probó y probó cientos de fotos hasta que, finalmente, el viaje se fundió con el fin; la fotografía asumió así un valor catártico. Esas fotos fueron el punto de partida para empezar a percibirse de manera distinta. Era una terapia de choque. Una forma de reivindicación a su cuerpo y a ella. Así, el camino que escogió en su propuesta estética fue dado por razones íntimas y personales.

Pero no solo es de admirar esa consciencia de producción y oficio del que tanto he hablado hasta ahora. Hay que reconocer que sus fotos no serían tan gozosas sin la participación comprometida de los modelos además del Aura (del que Benjamín estaría contento) que su propuesta estética nos traspone de unos fríos visuales pero con cálidos humanos. Pienso que su sello radica en resultar plácida y desconcertante. Una madeja que todavía nuestros críticos de las artes todavía no se atreven a someter. Y es que cuando sus proyectos buscan la consternación en el pública se ve la aplicación total de la conceptualización que Freud dio en su ensayo Lo siniestro.

Estos son los elementos que ayudan a ubicar a esta talentosa fotógrafa que, sin perder la cabeza como muchos que por culpa de su rápido ascenso a la fama, dentro de las coordenadas del arte local y nacional. Sin duda en unos años tendremos noticias de su consolidación como artista de talla mundial.

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