Silencio. Por muchos años, después de que abandona el nido, de que es testigo de infinidad de crepúsculos, de las más altas puestas del sol, de inviernos tormentosos o de excéntricos equinoccios, el pájaro espino sólo tiene un propósito, encontrar un árbol espinoso para clavarse en él. Y el largo viaje que hace para encontrarlo está repleto de abstenciones, intensas y secretas, que prohíben proferir cualquier tipo de sonido. Sin importar las condiciones, debe obligar a su organismo a internarse en un profundo silencio. Ir en contra de su naturaleza, batallar contra su esencia y concentrarse en su objetivo sin pensar en obtener una regeneración bestial.